26 de marzo de 2009

UN DÍA CUALQUIERA EN LA RESIDENCIA

Retomamos la actualización del blog de residencia, y lo hacemos con un objetivo, convertirlo en una herramienta nuestra, en una ventana abierta a todo aquel que quiera interesarse por ese mundo, nuestro pequeño mundo de la residencia. Y es que, en el momento que cada uno de vosotros cruza cada día la puerta de la resi sabéis que empieza una historia paralela al colegio, llena de alegrías, dificultades, discusiones, bromas, negociaciones y sobretodo de una convivencia muy intensa.
Nosotros, los profesores e internos nos conocemos bien y también conocemos en que consiste la vida diaria de cada uno de nosotros aquí, pero hay personas muy cercanas a nosotros (profesores del colegio, padres, amigos…) que son grandes desconocedores de aquello que sucede en la residencia cada día. Ahora, tenemos la oportunidad a través de este blog de compartir aquello que queramos y que sin duda creo que es importante que todos los demás conozcan.
Empezaremos contando como es un día cualquiera en la residencia y continuaremos compartiendo con todos vosotros las muchas anécdotas que vayan surgiendo, para esto espero y necesito contar con la ayuda de todos vosotros, los chicos y chicas de la resi, porque sin duda, sois los principales protagonistas de esta historia.

LO QUE NO SE SABE DE LA RESI

Amanece como todos los días en L’Aldosa y empieza un nuevo día en la residencia:
Manoli lleva ya tiempo preparando el desayuno, como cada día tiene todo a punto para recibirnos, creo, que todos nos damos cuenta de lo importante que es para nosotros su trabajo, el cariño y dedicación que pone de su parte para que empecemos bien el día, porque todos sabemos, que la mayoría de las veces, el comienzo del día es bastante representativo de cómo transcurrirá el resto de la jornada.
Guillermo es el primero en acompañarla y en esperarnos a los demás, y a partir de las 7.45 empieza el turno de desayuno de los menos perezosos, casi siempre son los mismos y como cada día cada uno ocupáis la mesa y el asiento que ya son vuestros desde el día que llegasteis. Todos escuchamos el despertador de Carlos una y otra vez hasta las 8.25, parecemos oírlo todos menos él…Desayunamos y subimos a las habitaciones.
Hay mucho movimiento porque somos 50 personas preparándonos para empezar el día, se escuchan diferentes tipos de música saliendo de las habitaciones…y todos sabéis que algunas permanecen más tiempo que otras, dependiendo de los gustos de los profesores, a veces incluso tenéis el detalle de cambiar de canción para que el ambiente esté más acorde con nuestros gustos y por supuesto con nuestro buen humor. En un curso día a día, inevitablemente, resuenan vuestras canciones en nuestra cabeza, las de Patxi, las de Fran, las de Úsua, las de Sheila, las de Germán y Nil…esas, también son para nosotros vuestras canciones, las que escuchamos fuera de la resi y nos recuerdan a vosotros.
Se apagan los altavoces y comienza el reclamo de todos los profesores para la revisión de habitaciones…El primero en la planta verde casi siempre es Mateu seguido de Jordi…el último era Miquel hasta hace pocos días que se trasladó de planta, precisamente por dejar de serlo en las últimas semanas. En este aspecto también han sido muchos los progresos conseguidos, el armario de Olaf poco tiene que ver con el de los primeros días (gracias a los cursos intensivos de doblaje de ropa) y Mateo, Rubén y Adriá mantienen el buen orden de su habitación con la dificultad que supone organizar un espacio en el que conviven 3 personas. Tintxu sigue esforzándose en dejar su habitación ordenada y la verdad es que está mucho más cerca de su objetivo de lo que hubiésemos imaginado los primeros días, cuando directamente se iba sin el visto bueno de los profesores.

Las frases de todos los días se suceden en los últimos 10 minutos:
- “Abrir la ventana”
- “Saca las cosas de debajo de la cama”
- “Dobla la ropa del armario”
- “Apaga la luz”
- “Métete la camisa y colócate la corbata y por supuesto…SÚBETE EL PANTALÓN”
Esperamos a que salgan Eva, Rosa y Marcos. Los profesores cerramos la residencia tras pronunciar la frase clave de cada mañana: “¿Queda alguien?”.
Son las nueve y empieza vuestra jornada escolar. Nos veremos de nuevo a las 16.45 en el colegio.
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Os esperamos en el comedor con la merienda preparada, algunos habréis tenido una buena mañana y otros no, Ana y Umberto son los últimos en coger el bocadillo. Vais a cambiaros a la residencia y después hay varias opciones: Tiempo libre, repaso, actividades extraescolares y algunos haciendo compañía a los profesores por incumplimiento de alguna norma. Rosa se esfuerza por recuperar sus derechos y se toma con humor el rato que pasa con sus profesores.
A las 18.00 empieza el tiempo de estudio, cada uno os incorporáis a vuestro aula donde os espera vuestro tutor de residencia, allí empieza una nueva batalla diaria caracterizada también por frases que se repiten cada día a lo largo del curso:
- “No tengo la agenda”
- “Se me han olvidado los libros”
- “Esa tarea la tengo que hacer en clase”
- o el famoso “ya lo tengo hecho” que casi nunca es del todo cierto tras las comprobaciones pertinentes.
Seguidas de las frases de profesores:
- “ Trabajo que no vea, trabajo que no está hecho”
- “Es vuestra obligación traer todo el material”
- “Tenéis que trabajar y estudiar por y para vosotros” y “Todo esfuerzo tiene su recompensa”
Entre hora y hora y puntualmente, algún alumno siempre pregunta a las 18.50: ¿Qué hora es?, sin mirar el reloj, los profesores sabemos la hora (es la hora del descanso), en la tutoría de la Srta Elena, Lada ha asumido esa pregunta desde hace mucho tiempo y creo que así será para siempre.
Tras la segunda hora, y tras una jornada de estudio unos días muy productiva y otros no tanto, nos vamos a cenar.
Esperamos a que Gabi o Jessi terminen y recojan su bandeja (es cuestión de ritmos y de la importancia que supone para ellos la conversación durante la cena) y nos vamos para la residencia.
Los mayores salen de 21.00 a 21.30, tampoco es necesario mirar el reloj para saber que ya es la hora…hay demasiada gente esperando en la puerta.
Empieza el momento más largo de descanso del día, los profesores abrimos el despacho y antes de dejar que nos quitemos el abrigo alguien ya asoma a recoger su ordenador.
Se abren las salas de televisión y juegos y cada uno va decidiendo en que empleará su tiempo libre…Internet, televisión, película o simplemente reuniones en habitaciones de compañeros, que por supuesto, se ven disueltas a menudo por la entrada de profesores reclamando un nivel normal de decibelios en el ambiente.
Ivonne, Teresa, Lada y Nuria han conseguido estar en la misma habitación cada una haciendo una cosa diferente, unas pueden ver una película mientras otras escuchan música.
La escalera es punto de encuentro, Luis siempre espera encontrar conversación allí, se le suman Manel, Eva y Susana, a veces más compañeros (con lo cómodos que son los sofás…y elegís la escalera, ¡no se entiende!)
Edgar empieza a tocar su guitarra y a Fran no le queda más remedio que disfrutar de su música, nos alegramos de que haya ampliado su repertorio en los últimos meses.
Elena, Naïma, Adriana, Belén y Carola se reúnen en la habitación nº 10 y Macarena bromea con Carlos o disfruta de la siempre divertida compañía de Ana en su habitación.
Rostislav regresa de su entrenamiento de baloncesto, a veces nos deleita rapeando en ruso o bromea con Fran, su nuevo vecino de la habitación de al lado.
Jorge, Diego y Sergio se acostumbran a su nueva vida, más juntos todavía, a veces juegan a sus mini-cartas (aunque ahora deben recuperarlas del despacho de profesores por jugar a deshoras)
Paul, Miquel y Guillermo están en su habitación, esperamos que estudiando, su curso se lo exige.
-Durante este tiempo recibimos vuestras llamadas, las de los padres y demás familiares, hasta ahora sabíais que íbamos a buscarlos para pasarles la llamada, ahora ya sabéis donde están y lo que están haciendo en ese momento.-
Disfrutáis de vuestro tiempo de descanso hasta las 22.45, cada uno se ubica en su planta. Ahora, el movimiento está en los baños, debido a las preparaciones de última hora antes de irse a dormir. Alex y Diego siempre son los últimos, pero a estas alturas también han conseguido cumplir los horarios.
Os contáis las últimas cosas del día y guardáis silencio a las 23.30 (o deberíais), Nil, José Manuel, Umberto y Marc, Mateu y Alex deciden sabiamente callarse antes de enfadar al profesor de guardia.
Son las 12.00 y todos habéis decidido que el día terminó por hoy. Dormimos casi 50 personas en la residencia, empezamos el día juntos y terminamos el día juntos. Eso es convivir.

24 de marzo de 2009

Concurso Literario

Antes que nada, debemos pediros disculpas por este vacío informativo del Blog debido a la acumulación de colaboraciones e ideas que es necesario gestionar para que todos encontremos nuestro espacio en la red.


Y sin más dilación, pasamos al evento del mes en el col·legi: El concurso literario PRAETEXTA organizado por el Departamento de Letras del colegio (del que nos declaramos fans abiertamente) que ha trabajado a destajo para descubrirnos el potencial literario de los chicos del cole.

Y como el movimiento de demuestra andando, os pasamos el texto de la ganadora del primer premio, -que para regocijo de los profesores de residencia, es una alumna de internado- y que a la chita callando nos ha dejado con la boca abierta... (redoble de tambores.................................................más redoble....................................un poco más.......................................)

¡¡¡¡¡¡¡¡¡BELÉEEEEEEEEEEEEEEEEN VALLESPIIIIIIIIIIIIIIIIR!!!!!!!!!!!









Ahí va esa perlita de relato:

EL SENTIDO DE LAS PALABRAS

La primera vez que respiró, escuchó un montón de sonidos extraños. Recordaba haberlos oído antes pero desde la lejanía, como un sonido mucho más sordo. Poco a poco fue acostumbrándose a ellos, unos eran más agudos otros más graves, algunos le trasmitían tranquilidad y otros le resultaban tan extraños que la sobresaltaban, pero todos le parecían interesantes, todos eran nuevos para ella.
Entre todas aquellas voces empezó a distinguir una en particular. Siempre le hablaba, le contaba cosas y le decía una palabra tras otra. Aunque no entendía nada empezó a reconocer algunas, las que más se repetían. Entre ellas una en especial con la que siempre se dirigían a ella: María. Cuando alguien llegaba de visita a su casa se unían las voces diciendo más palabras, y entre ellas volvía a reconocer una en especial, María.
Sí, decididamente cuando de ella hablaban la llamaban María.
María intentó imitar esos sonidos que escuchaba. Todos trataban de enseñarle alguna palabra y cuando con gran esfuerzo emitía un pequeño sonido, todos la aplaudían y lo festejaban.
Cada día descubría muchas cosas nuevas y todo parecía sorprenderle. Poder aguantarse sobre sus pies, poder ir de un sitio a otro coger cosas con sus manos y poder lanzarlas lejos… Todo era nuevo para María: alzar los brazos y que la agarraran, llorar y que alguien la alimentara o tan sólo abrazara… Pero las palabras aún no lograba entenderlas; solo había conseguido imitarlas, repetirlas, pero no podía entenderlas.
El primer día de colegio le pareció maravilloso. ¡Tantos niños! Podría jugar y pasárselo bien.
Estaba tan contenta que el tiempo se le pasó muy rápido y apenas se dio cuenta del hambre que le torturaba su pequeña barriga, así que como hasta ahora había hecho, decidió empezar a llorar. Alguien se acercó y le preguntó qué necesitaba. María no entendía nada y lloró más fuerte. A su alrededor empezó a llegar más gente y a preguntarle por mil cosas, que si se había hecho daño, que si tenía pis, que si caca. María lloraba y lloraba. Sólo tenía hambre, y como no lograban entenderla, llegó su madre, la abrazó y se sintió segura.
Aún recuerda la cara de su madre cuando hablaba con los profesores: decididamente María tenía un problema y por las caras de todos los allí presentes debía de ser algo serio. A partir de ese momento María pasaba muchas tardes en la consulta de un logopeda que después de muchas semanas consiguió que María repitiera todas las palabras que él le decía; le daba libros y ella debía leerlos en voz alta. María escuchaba su propia voz y le parecía extraña, pero su familia estaba muy contenta porque María al fin hablaba.
Podía pedir con palabras todo lo que necesitaba. En el colegio la profesora todos los días le contaba un montón de cosas que ella guardaba de memoria en su cabeza, y en los exámenes, todo lo memorizado sobre el papel, lo copiaba. Pasaban los años y María cada vez acumulaba más palabras en su cabeza; a veces pensaba que ya no podrían entrar más en ella pero no las contaba, sólo memorizaba una, otra y otra.
Su madre era feliz y cada noche le decía a María “te quiero”. María sabía para qué se usaba pero no qué quería decir esa palabra y día tras día ella se seguía preguntando sobre el porqué de las palabras.
Un día al despertar María le preguntó a su madre, ¿mamá por qué al “vaso” se le llama “vaso”?, ¿Por qué al vernos por la calle nos decimos “hola”?
Su madre salió corriendo buscando a un psiquiatra y María vio tanta preocupación en el rostro de su madre que decidió callar y no preguntar más el sentido de nada. Y todo volvió en casa a la normalidad.
Con el tiempo María empezó a suspender; nadie entendía porqué y ella sabía que ya no podía memorizar más historias, más letras, más y más palabras sin sentido. La mandaron lejos de sus amigos, de su familia, a un lugar nuevo. A ella le gustó el colegio, la gente, el lugar. Todo le parecía interesante.
Alguien le dijo aquel primer día en el patio: “¡Hola! ¿Cómo te llamas?” Los ojos de María empezaron a brillar, el corazón se le salía del pecho. Era la voz más bonita que nunca había escuchado. Empezó a buscar todas las palabras que tenía en su cabeza para responderle, pero no sabía cuál utilizar de tantas que guardaba. Él le volvió a preguntar: “¿No recuerdas tu nombre?”.
De pronto ella pensó: “¡Claro, todos me llaman María!”
“Soy María”, respondió. Pasaron la tarde hablando, contándose mil y una historias que María escuchaba atentamente. Al despedirse aquella noche ella había entendido, sentido y vivido muchas palabras. Corrió a su habitación y pasó la noche pensando en él. Deseaba volver a verlo, así que al día siguiente volvieron a quedar después de las clases y así un día tras otro compartieron sus vivencias, sus dudas. Ella empezó a sentir la necesidad de comprender el significado de las palabras, de sentir palabras. Buscó en Internet las mil y una formas de decir hola, buenos días, qué tal… Cuando avanzaba su relación decidió buscar el sentido de la palabra “amistad”, después le interesó comprender la palabra “compromiso” y cuando terminaba el verano se interesó por entender el significado de la palabra “amor”.
Poco a poco, acompañada siempre de su diccionario, María fue buscando y entendiendo todas y cada una de las palabras. En su cabeza ya nos la memorizaba: las vivía, las sentía, las experimentaba, y de repente a finales de junio, llegó la palabra que más dolor le provocó: “ADIÓS”. Al despedirse de su amigo lloró, sintió y entendió la palabra “distancia”. Pero su amigo antes de despedirse le enseñó unas palabras más: “recuerdo”, “promesa” y “volver”.
María.